19 diciembre 2016

VII

mi primer duelo
fue a los diez años
mi abuelo había muerto
en un viaje
y mis últimas palabras
fueron un chau sin abrazo
desde la escalera de mi casa
las noticias nos llegaron tarde
me hacía muy mal
ver a los adultos llorar
y sentir a mi papá tirado en la cama
llorando en la oscuridad de su cuarto

días más tarde
en la casa velatoria
sangré
en silencio y soledad
como lloraban los adultos
supe que no era momento
para comunicarle a nadie
el rito de pasaje
que la muerte ese día
tenía más rating

coincidimos en el pasaje
esa tarde
con mi abuelo
y en el ritual
ninguno de los dos
participó activamente
nuestros cuerpos
se encargaron
de transformarse

supe sentada en el inodoro
con la bombacha entre las piernas
que mi cuerpo
se las ingeniaría
desde ahí en más
para decir algo
cuando yo no pudiera

fragmentos del libro "Efectos secundarios" todavía inédito (?)
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V


yo que practicaba
el mensú
con la pared
para cuando me invitaran

yo que vagaba
por los intersticios
de mi mente
cuando deliraba
por todas
las enfermedades
que me aquejaron
en la infancia
de misterios
papisas mujeres
combustiones espontáneas
y triángulos de las bermudas

yo que no jugué nunca
más que conmigo misma
pero no tanto
como para conocerme realmente

yo estoy intentando
todo
por primera vez

soy nueva

soy nueva y no sé qué es cuidar
no sé qué es perdón
ni abrazo
ni llover con sol
no se llora riendo
se duda
se duda fuerte
con los ojos apretados
y las pestañas para adentro

yo
esa
soy nueva
para el espejo
y la percepción de la masa

yo
soy
como las uñas
clavadas en la palma
que no conozco tanto

como para ponerla de ejemplo



poema nuevo de "Efectos secundarios", libro que se está escribiendo todavía. 

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07 diciembre 2016

una reseña anterior por CHARY

Esta es una vieja reseña de una versión anterior de "Una vez escribí todo" que tenía menos poemas, otros y se llamaba "Lugar común" (?)
La escribió uno de mis poetas favoritos <3

De pequeño solía parecerme insulso cualquier prólogo. Suponiendo siempre  que el trabajo literario escogido por mí era superior al texto iniciático de mi lectura, yo pasaba directamente al núcleo del asunto, salteándome las palabras anticipadoras del introductor, no sin previamente intentar darle una pequeña  oportunidad al susodicho arengador antes  mencionado. Pero igual, sucumbiendo siempre  a mi ansiedad exasperante, optaba por ir como se dice  comúnmente directamente a los bifes.
Aclarado este punto invito a los lectores a  pasar ya mismo a la  lectura  de esta incipiente y casi novel  escriba: Natalia Iñiguez, o  mejor, como yo la llamo siempre: Buko, conocida  mía de la escena underground porteña, devota entusiasta de bandas punks, una  fiel seguidora del conurbano bonaerense de todo caso perdido que arrastre por escenarios palabra y sonido iconoclasta. Siempre a la vanguardia y con una  cosmovisión narcisista anque nihilista de las cosas. 
Personalmente no se por qué me  encuentro en cada show  con la necesidad de buscarla entre la gente por un segundo, a sabiendas de que  ella ya  ha estado observando y atendiendo cada error mío y transformándolo en poesía. Como si las heridas, todo los malos humores y hasta  los sin-sentidos de las canciones que toquemos, tuvieran  para  ella una razón profética, una estirpe guerrera, un don inalterado por el tiempo, y muchas virtudes más de las cuales, por supuesto,  nosotros carecemos, pero  que ella  ha sabido encontrar y descifrar cabalmente  y a su manera.
Así es como Buko nos relata su historia, nos lleva a bares carroñeros y a  opiáceos reductos de una manera frontal y única, nos hace sentir parte, nos hace "ser".  Creo que la razón de que  aun exista algo como lo que  Buko nos describe  (no se si llamarlo poesía)  reside en los no muy nobles principios del  "ser"  callejero  (tener códigos por ejemplo rockeros,  no tiene nada que ver  con esto)

No se si Natalia es lo que yo esperaba que fueran sus palabras. No se  si el constante grito de rebeldía no es adaptación social también, de todos modos me deja un agrio sabor en la boca, tal vez,  algo de la  militancia que hay en su utopía perenne, sus conversaciones con la parca,  su incesante sarcasmo de madre, me han contagiado un poco  y ahora  ella  soy yo, o mejor dicho yo soy ella, o tal vez deba seguir buscando su mirada en los recis para ver si de una vez  entiendo  de qué carajo está compuesta la materia de las letras que digitan este mundo.                                                                                            
                    Chary



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