27 septiembre 2008

Bares

Podría sentarme a escribir en ese bar lleno de hombres de mediana edad, tomando sus cervezas. Los miraría, obviamente están ahí desde que salen de laburar, se conocen todos, miran la tele y comentan los resultados de cuanta cosa estén dando por ahí. Y hablan de sus laburos, y toman toman toman. Pero ya sé que me van a mirar con una cara especial si me siento en la barra (porque ese bar tiene barra nada más, es todo barra, ni una mesa, todo barra y la tele, arriba, y todos con tortícolis) y pido una birra, hola, ¿puede ser una cerveza?, y el barman me va a mirar con esa cara también y va a tardar en darme la cerveza, y no va a entender lo que le digo porque soy mujer y tengo menos de 40 años. Muchos menos. Un poco más de la mitad.
Me acostumbré a ser de las pocas mujeres en el bar, acompañada de hombres, siempre hombres, porque las mujeres van al bar a llevarse un hombre, pero yo iba con ellos, iba a tomarme una birra. Aunque a los bares de noche no va gente a tomar una birra. Y eso que para eso son los bares, ¿para que otra cosa, entonces? Pero después te hacés de ahí, y mirás con cara rara cuando viene alguien que no está todos los juevesviernessábadodomingo en el mismo bar del mismo barrio, con la cara de ¿Y ete quién é? Yo era una del bar. Y éramos tanto del bar que si queríamos le podíamos pedir que ponga un CD, no mp3, CD.
Yo: -Dale ponéte un tema de éste
Barman: -¿Qué es?
Yo: -Loquero.
Barman: - …
Yo: -Dale
Barman: -…
Y sonaba Loquero en el bar. Banda de bar a las 5. Sonaba “… yo no soy un Rolling stone!!” en un bar rolinga. Y el Jona me mostraba su tatú de la lengua y tomaba merca y me contaba cómo le habían metido un tiro en la cabeza a un tipo, en ese mismo bar, en esa misma barra, en la misma silla en la que yo estaba sentada escuchando Loquero. Mi noche perfecta. “…el sistema del amor, no lo entiendo, no lo sé… dame más, soy tripas y sangre… la libertad es un lugar que queda muy lejos de casa”. Loquero en el bar más rolinga de bosch, y no era ese que se llamaba como un tema ricotero, no, en ese pasaban Sabina.
Pero era verano y nosotros no nos íbamos del bar. Ya era de día, era tarde de noche y temprano de mañana. Y siempre me viene a la mente la espuma del detergente que usaba la minita para limpiar la vereda, mientras el dueño nos pasaba las botellas a envases de plástico, corriendo entre las baldosas de cemento, en las rendijas, entre los pies. La espuma siempre me recuerda a nustras ganas de no irnos, la resignación a que la noche termine ahí. Creo que los dos ya sabíamos que los años no nos dejarían volver a patear las calles sin querer volver a casa. Esas casas que no eran nuestras, eran suyas, y no éramos más bienvenidos, como dice Morrisey.
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8 comentarios:

Anónimo dijo...

Em-bri-a-gan-te

Anónimo dijo...

Hermoso.

Raul G dijo...

Huele a cerveza y a madera húmeda.

odile dijo...

hola

muy lindo lo que escribis...

los momentos pequeños pero no menos importante, esos que dan sentido a los dias , alos meses, a las horas de la tediosa vida.

Ariel dijo...

Linda crónica. Claramente bukowskiana.
Saludos.
Ariel

Xergito dijo...

si, si, si... me acuerdo de las noches de bar, de madrugadas que se hacian mañanas y del bar de garufas sabinescos (la onda era ir al otro, al punky), me acuerdo del monarca cuando era pizzeria...
Pasa siempre asi, los bares son de los parroquianos y la cara extraña se nota, mas si son minas.
lo leo, lo veo
beso

Pablo Distinto dijo...

Gracias por: discutir y debatir conmigo, por marcar las diferencias, por ser “madre-poeta”, por compartir conmigo la misma pasión: enseñar lo que nos gusta a nuestro modo. Por crear el colectivo Humo y nuclear artistas, por invitarme a leer, por tenerme en cuenta. Por tu actitud. Gracias por escribir. Gracias por venir a leer. Gracias por ser socia del club. Gracias por ser Natalia.

Anónimo dijo...

gran final!
cope